Todos somos responsables del cambio climático. Sólo que algunas personas, algunas
empresas y algunos países contribuyen más que otros a la emisión de
gases de efecto invernadero y,
por tanto, al calentamiento global. Casi cualquier gesto de nuestra vida
diaria, por muy nimio que parezca, contribuye, en mayor o menor medida, al
cambio climático. Al encender la luz de una habitación, al usar un móvil o el
ordenador, se consume energía y, a no ser que ésta se genere a partir de fuentes
limpias, estaremos contribuyendo al cambio climático.
Otra forma
(indirecta, pero, en el largo plazo, quizá más dañina) de contribuir al
problema climático global es eliminar los elementos naturales que absorben
el dióxido de carbono (CO2), principal gas de efecto invernadero, esto
es, talar árboles. Consumir productos derivados de una
agricultura respetuosa con el medioambiente y de industrias sostenibles hace
que contribuyamos a cuidar la masa forestal del planeta.
Cada año se pierden más de 130.000 kilómetros cuadrados de tierras forestales, un área equivalente al tamaño de Grecia. Un 80% de esa pérdida es atribuible al uso agrícola.
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